lunes, 16 de julio de 2007

-Chocolate-


"Me deje caer sobre las barras de chocolate amargo que guarde durante meses en la nevera de 15 x 15 que compre en mi último viaje a París.

En realidad era una locura traerlo a mi dormitorio, pero cada vez que pensaba en la mágica sensación en la cual se convertirían mis noches, desee sólo revolcarme en los baños más dulces que no se daban siquiera en las Termas del Flaco.

Chocolate partido en trozitos diminutos que avanzaban por mi piel, y terminaban siendo parte de la rica leche chocolatada de cada mañana.

Mañanas recubiertas en chocolate; de aníz con pimienta o amareto licorado, que acarrilaba las cortinas verdes que daban a plena terraza cubierta de trufa y menta destilada.
Chocolate, chocolate y más aún, que daría yo por dejarme caer sobre las barras de chocolate amargo de una nevera de 15 x 1 5 ".

domingo, 1 de julio de 2007

-Llovizna-




Primero se cubrió la noche de neblina y el frio aplacó los vidrios de la ventana por la que presenciaba tal albedrío.



La gente estaba desesperada, nunca en tiempo de Octubre el cielo abría sus entraña, y desataba el temporal con llovizna. Llovizna que caía al compás del tocadiscos que mi abuela escuchaba en la tardes heladas, y que aterraba a María Elena completa por el esconder de la luna. Gotas tan definidas que la multitud veía caer en sus mejillas como sí el mundo nos dijera adíos.



Yo estaba contenta, por fin las cosechas de mi gente renacerían, y las emociones volverían al pueblo más tranquilo, en el vendabal que nos daba extrañeza.
Llovía sin parpadear el viento, llovía con esa magnitud que no alcanzaba las posas, que no alcanzaba síquiera las corrientes embusteras de mi odioso Santiago.
Primero se cubrió la noche de neblina, luego paro de llover. Verde y azul el entorno, los vidrios... los vidrios esta vez brillaban.